TAIZÉ

Textos bíblicos comentados

 
Las «meditaciones bíblicas» son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.

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2024

mayo

Hechos 2:1-11 Ensanchar nuestra amistad
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Aquí, los discípulos están todos juntos en un mismo lugar. Imaginemos este lugar: puede ser un lugar físico como una habitación, una casa. Estar en un lugar también puede significar estar en el mismo estado de ánimo, un conjunto de ideas o sentimientos: por ejemplo, podemos imaginar que los discípulos sentían el mismo amor por Dios o que echaban de menos a Jesús o que se preguntaban qué les depararía el futuro.... ¡Puede que estuvieran en varios lugares! Los lugares, ya sean físicos -como una habitación- o más abstractos o simbólicos -como una forma de pensar, un sentimiento-, nos ayudan a reunirnos y a crear un sentimiento de pertenencia e identidad. Por tanto, este tipo de lugares a lo largo de nuestro viaje son útiles y vivificantes.

Sin embargo, los lugares -físicos o simbólicos- también pueden cerrarnos el paso a personas o cosas que, según nuestra experiencia del mundo, son diferentes, extrañas o exóticas. Puede que no queramos "salir". Un lugar que da vida se convierte entonces en lo contrario: una "cámara de eco", un club exclusivo. No podemos vivir en un lugar toda nuestra vida y crecer, servir a los demás, servir a Dios. Y Dios, que está más allá de todos estos lugares, nos llama fuera: vemos aquí que el Espíritu Santo viene y llena el lugar donde están los discípulos y les da la capacidad de ir más allá de estar en "un solo lugar", de estar con los demás pero sin perder su propia comunidad. Es como estar en un columpio, yendo y viniendo. Un constante ir y venir nos ayuda a encontrar el equilibrio entre profundizar en nuestra propia identidad y estar con los demás de una manera que da vida.

Los discípulos empiezan a hablar en muchas lenguas. Hablar otra lengua es algo más que utilizar las palabras y la gramática correctas. Es también una forma de expresar cómo vemos el mundo y cómo nuestra propia historia da forma a lo que somos. Siempre hay elementos de una lengua que son difíciles, incluso imposibles de traducir, porque no se entienden simplemente oyendo o leyendo las palabras. Hay algo más del contexto que hay que entender o, a veces, una experiencia de primera mano que hay que vivir. Si nos quedamos en el nivel superficial de las palabras, esto puede dar lugar a malentendidos, cuando no a prejuicios y miedo a los que son diferentes de mí.

Debemos tener la sencillez de pedir más explicaciones y la humildad de aceptar que a veces simplemente no podemos comprender del todo a la otra persona. Esto no debe impedirnos recorrer juntos un camino de amistad, sino que debe ayudarnos a reconocer que no somos exactamente iguales y a aprender unos de otros en lo que podamos. Lo mismo ocurre cuando hablamos: puede que no nos demos cuenta de que algo que decimos no tiene sentido para otra persona.

En Pentecostés, personas de "todas las naciones" empezaron a oír hablar de las obras de Dios en su propia lengua. Cuando hablamos de las obras de Dios, tenemos que pensar a quién nos dirigimos. Cada persona, grupo y comunidad entiende, ve y vive el mundo de forma diferente y, por tanto, tiene su propia "lengua", su propia "cultura" (nación). Piensa en cómo explicarías tu experiencia en Taizé a un niño, a alguien de tu edad y a alguien mucho mayor que tú. El mensaje profundo puede ser el mismo, pero es necesario utilizar palabras diferentes para que cada uno lo entienda.

Que, a lo largo de toda nuestra vida, sintamos que el Espíritu Santo nos llama una y otra vez a salir de nuestro "lugar" para hablar de las obras de Dios.

- ¿Qué "lugares" son importantes en mi vida? ¿Cómo salgo de esos lugares? Quizás a veces me resulte difícil "salir", ¿por qué?
- ¿Qué he aprendido sobre Dios, mi fe, el mundo, los demás y yo mismo de personas con una experiencia del mundo diferente a la mía?
- ¿Cómo compartiría mi experiencia en Taizé (u otra cosa) con un niño, alguien de mi edad y alguien mayor que yo?



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Última actualización: 1ro de mayo de 2024